«La simulación es aborda en la Ley Penal española mediante la siguiente disposición:
«Cuando el procesado rehúse contestar o se finja loco, sordo o mudo, el Juez instructor le advertirá que, no obstante su silencio y su simulada enfermedad, se continuará la instrucción del proceso. De estas circunstancias se tomará razón por el Secretario, y el Juez Instructor procederá a investigar la verdad de la enfermedad que aparente el procesado (…)» (art. 392 LECR).
Un problema con el que frecuentemente se topa el perito psicólogo es el de valorar la posible simulación del detenido, que trata de aparentar una carencia de imputabilidad. Pero también del beneficiario de una póliza que pretende simular un deterioro, de una víctima que reclama indemnización o de un padre o madre que quiere demostrar su competencia para la guarda y custodia. Como recientemente señala Javier Urra (1997, p.91):
«El intento de demostrar que se padece enfermedad mental (simulación) o su antónimo cuando se sufre (disimulación), la exposición de cuadros clínicos padecidos anteriormente retro simulación, muy empleada por toxicómanos) y lo opuesto, hace ver que se inicia una patología con visión de futuro (meta simulación) planteada por presos que preparan su pronta salida de la cárcel sin voluntad de modifica su conducta delictiva (no confundible con la psicosis carcelaria), son conductas habituales que se detectan en los Juzgados Penales y Civiles».
En otro lugar comentábamos en extenso la evidencia acumulada sobre la validez y fiabilidad del test de Rorschach (Rodríguez Sutil, 1990). Un asunto relacionado con la fiabilidad es la posibilidad de falsear las respuestas. En dos investigaciones separadas por ocho años Albert, Fox y Kahn (1980) y Kahn, Fox y Rhode (1988) – de la Universidad de Arizona- intentaron comprobar hasta qué punto pueden falsear los sujetos que pretenden simular psicosis y, en el segundo, si los análisis mediante métodos computarizados son más precisos a la hora de detectar esos mismos protocolos. Los resultados que alcanzan estos autores en ambas ocasiones son bastante poco favorables a la capacidad diferenciadora del test; los simuladores bien informados son capaces de engañar al experto, pero también lo consiguen simuladores sin instrucción, y los propios expertos valoran como psicóticos protocolos que proceden de sujetos normales. De ninguna manera se comprueba la afirmación de Exner (1974) de que los simuladores de fuerza del yo (F+ %) . Ahora bien, poco después J.B. Cohen (1990) critica dichos resultados de un modo que recuerda la ya clásica discusión entre clínicos y estadísticos (cf. Rodríguez Sutil, 1992). Cohen viene a decir que estos autores intentan comprobar hipótesis por métodos excesivamente simplistas y apartados de lo que es el uso clínico de los datos y de los métodos de computadora. Por poner otro ejemplo de esto mismo citemos el trabajo de Perry y Kinder (1990) cuando pretenden descubrir, mediante una revisión de la literatura publicada, la existencia de una constelación fiable de signos en los protocolos de los simuladores. Estos autores no alcanzan ningún resultados sólido. Pero es que muy a menudo los estudios estadísticos y las revisiones globales de los mismos ignoran variables evidentes desde la perspectiva del profesional. Parece obvio que no podemos encontrar una constelación estable de simulación desde el momento en que cada simulador posee un grado de sofisticación y un origen cultural muy diverso y, más aún, pretende objetivos distintos en cada caso. Por otra parte, el Rorschach, como las otras técnicas proyectivas, cobra su auténtica dimensión como elemento de referencia dentro de un proceso psicodiagnóstico más amplio, en el que buscamos con atención la coherencia en la descripción de la personalidad del sujeto que se extrae de fuentes diagnósticas muy diversas.(….)En relación con dos test de uso bastante frecuente, como son el Bender y el Benton, Cox (1984) afirma que actuaciones extremadamente desviadas han probado ser útiles en la identificación de los simuladores. El propio manual del test de Benton, o Test de Retención Visual (Benton, 1963), indica los tipos de errores más característicos en sujetos simuladores. Del MMPI conviene señalar la utilidad de las escalas de control en la detección de los sujetos simuladores:? INDECISIÓN: evasividad > 30 en los primeros 400 ítems. L-MENTIRAS: autodescripciones excesivamente favorables.F- MALA IMAGEN: tendencia, a veces, a simular una patología. K- DEFENSIVIDAD LATENTE: defensividad T> 70 = falta de cooperación. CONFIGURACIONES
Buena imagen: L y K altas, F y escalas clínicas bajas.
Mala imagen: L y K bajas, alta F y las escalas Sc y Pa (esquizofrenia y paranoidismo).
Simulación: aumento de las escalas D (depresión), Pd (desviación psicopática), Pa (paranoidismo) y Sc (esquizofrenia).Por otra parte, la mayoría de los cuestionarios de personalidad incluyen una escala de sinceridad que debemos atender cuidadosamente. Aunque las técnicas para detectar mentiras se tratan en extenso en los textos específicos sobre valoración del testimonio, conviene que aquí comentemos algunas cuestiones al respecto. Algunos individuos tienen una capacidad especial para mentir y engañar. Comentan Hare y sus colaboradores (1989, p.44) que aunque los psicópatas mienten, engañan y manipulan a los demás, su actuación en varios test asociados con la mentira y el engaño es típicamente normal. Quizá, añaden, las razones sean que los diferentes cuestionarios y procedimientos normalmente en uso carecen de validez ecológica y simplemente no son los suficientemente sensibles para evaluar la capacidad de engaño de los psicópatas. Paul Ekman (1985; 1989), a parte de sus numerosos estudios sobre la expresión de las emociones, es conocido por sus investigaciones sobre cómo descubrir la mentira. El ejemplo más obvio, pero poco interesante, advierte, es cuando e mentiroso olvida lo que ha dicho en una ocasión y se contradice a sí mismo después. Otra consecuencia del fracaso para prepararse adecuadamente es la de ser cogido de improviso cuando se realizan preguntas que el mentiroso no ha anticipado y para las que no tiene una respuesta preparada. En esa situación tensión el mentiroso debe pensar en una respuesta creíble de inmediato. Al hacer eso muchas personas muestran varios comportamientos: las pausas, la evitación de la mirada, los atascos y os manierismos. Por otra parte, el uso de las manos para ilustrar el habla puede aumentar mientras que el tono de voz se puede aplanar. No son signos por sí mismos de estar mintiendo, pues no existe un signo comportamental propio de la mentira. Pero si estos signos de estar pensando una respuesta ocurren en contextos en los que se debería conocer la respuesta sin tener que pensarla, pueden traicionar al mentiroso (Ekman, 1989, p.72).Comenta este autor, en otro trabajo (y O’Sullivan, 1991, p.919), que los descubridores de mentirosos eficientes utilizan diferentes información de los no eficientes. Atienden a conductas más variadas, dando gran importancia a la información no verbal, sin fiarse exclusivamente de la verbal. En nuestra experiencia es importante la coherencia de los resultados a través de pruebas de diferente naturaleza, por ejemplo, test psicométricos de personalidad y técnicas proyectivas. En principio, parece adecuado suponer que el sujeto necesitaría grandes conocimientos técnicos para dar resultados equivalentes a lo largo de diferentes pruebas. «CARLOS RODRÍGUEZ SUTIL y ALEJANDRO ÁVILA ESPADA (1999) EVALUACIÓN, PSICOPATOLOGÍA Y TRATAMIENTO EN PSICOLOGÍA FORENSE. Madrid: Fundación Universidad y Empresa. (Págs. 45 a 49).